La mayoría de las personas no descubre su vocación durante el preescolar, pero Emily Zepeda lo hizo, aunque le tomó 19 años darse cuenta.

«Recuerdo haberle leído a una estudiante en preescolar que llegó unas semanas después del inicio del año», afirma. «Recuerdo que me le acerqué porque era nueva, como yo, y descubrí que su lengua materna era el español, igual que la mía. Quería que se sintiera incluida, así que fingí leerle en español».

Durante años y años, Emily no tuvo motivo para que este recuerdo se le viniera a la mente. Luego, después de graduarse de la universidad estatal de San Jose con un título en Psicología y Estudios chicanos, se convirtió en líder del programa en su comunidad de la infancia. Como parte de su programa de trabajo, volvió al mismo preescolar al que asistió cuando era niña. Y los recuerdos volvieron a su mente. «Todavía estaba el mismo sofá, y la escuela olía igual que en aquel entonces. Fue como volver al pasado con otra perspectiva», afirma.

Mientras trabajaba en su antiguo preescolar, además de rememorar viejos recuerdos, también descubrió su objetivo para la siguiente etapa. «Fue gracias a ese puesto que me di cuenta de que en realidad existía la terapia del lenguaje», afirma, «y, si es posible, es realmente beneficioso iniciar la intervención en forma prematura, en vez de esperar a prestar servicios a niños que necesitan apoyo adicional».

Siguió de cerca a un fonoaudiólogo y vio el impacto que estaba logrando. También descubrió que muchos niños y familias hispanohablantes no podían recibir los servicios que necesitaban en un idioma que pudieran entender. «Hay una brecha en ese aspecto», afirma. «En ciertas comunidades como la mía, hay muchas personas hispanohablantes, pero los servicios que se prestan se brindan, muchas veces, en un área y en un idioma diferentes».